En toda iglesia hay problemas: problema del
pastor con un miembro, del pastor con algunos hermanos, entre dos grupos en la
iglesia, entre dos hermanas.
El pastor tiene la competencia de ser un
factor de solución, no de complicación. Mal haría que de primeras él exclame: “¡Aquí
soy el pastor y yo decido!”. El no puede inclinarse a defender sus intereses,
es un administrador del rebaño.
Yo preferiría que él pierda el puesto a causa
de inclinarse por una causa justa, que consentir lo anómalo por asegurar su ingreso
económico.
Haber aceptado el pastorado es lidiar con
personas no con objetos, y las personas son complejas, cambiantes, amigables y
hasta desleales.
El liderazgo cercano al pastor, en sus
reuniones deben predecir los conflictos y esto no significa “declarar derrota”,
sino anticiparse a posibles problemas interpersonales. Cada miembro sabe sus
atribuciones y derechos, al conocer los estatutos de la organización. En este
sentido, las iglesias independientes, comunidades cristianas, y mega iglesias
van en desventaja. Ellos tienen un sistema piramidal y que legitiman la
autoridad pastoral que está en la cúspide, por la imagen exitosa y prosperada que
proyecta.
Por ejemplo, si se desea que una iglesia
denominacional estatutaria no tenga quejas con su tesorero, él debe mantener un
monto de dinero como caja chica y depositar el resto en una cuenta de banco.
Además, sustentar todo egreso con boletas y facturas, y recibo en caso de los
honorarios al pastor.
Las rivalidades entre el liderazgo y ministerios
se disiparía, si todas la áreas de servicio fueran rotativas. En un mes, Juan
Pérez sería diácono, el siguiente participaría en el ministerio de alabanza, el
tercero en los grupos de hogares. Así, ninguna creerá ser dueño de algo.
Pero ¿Qué hacer en caso de surgir un conflicto
de partes? Las partes son los implicados del conflicto. Comunmente uno es el
reclamante, ante otro que tiene mayor poder.
Esto debe ser analizado por el pastor, si es
un conflicto entre dos hermanos y por un tema de carácter muy personal. Pero si
es entre grupos de hermanos, el análisis debe realizarlo con sus líderes. Según
el tipo de conflicto, el pastor hará de mediador, arbitro, negociador o
conciliador. Esto no es asunto de una sola reunión, puede ser progresivo y
paralelo a esto, el mediador debe orar. No aludir este asunto de modo indirecto
en su sermón dominical.
Como mediador debe ser imparcial, neutral,
defender los valores y principios bíblicos. El árbitro tiene mayor grado de
autoridad, y las partes deben someterse a su fallo. El negociador, y en caso de
la iglesia, no se refiere a asuntos de dinero, sino a que cada parte “gane algo”,
cuando cedan parte de sus pretensiones. El conciliador lidera en medio de mal
entendidos, asuntos de ofensas.
Con la sabiduría espiritual habrá de definir
el problema, analizar las pretensiones e intereses de las partes. La Biblia
presenta muchos casos de jurisprudencia (reseña de resolución de casos judiciales)
que es asidero para elaborar la propuesta de solución. Al fin de cuentas, el
conflicto, permitió ver algún aspecto que se estaba descuidando, o que se daba
un trato desigual, sin querer, a ciertos hermanos.
En caso extremo, que sin haber conciliación o
las otras formas presentadas, una de las partes decide irse de la iglesia, el
pastor debe buscar la oveja, la otra parte también. Insistir, usar el poder del
amor.